www.paquebote.com > Philippe Delerm
La pesca, las excursiones en bicicleta por el valle del Garonne, la tranquila vida en el campo, todo se ve trastocado por la llegada de Marina, tímida y misteriosa, hija de un célebre pintor parisino.
Arnold Spitzweg, alsaciano de origen y parisiense de adopción, es un sencillo empleado de Correos que, con el tiempo, ha aprendido a rellenar su soledad con el sabor de pequeños placeres que nos dan tregua en las inclemencias de la vida y logran hacernos, fugaz pero incuestionablemente, felices. A Spitzweg le gustan los comienzos de las novelas de Simenon, los aromas y sabores de las brasseries, pasear a ciertas horas por París y viajar a las playas de Ostende, aunque sólo sea por el placer de regresar. También mantiene un discreto idilio con una compañera de trabajo, pero trata de guardar las distancias con la pasión, porque conoce las virtudes de la templanza. Por eso lleva una existencia deliberadamente contenida en los márgenes de lo anodino. Aun así su melancólico hedonismo nos induce a plantearnos, en la vorágine diaria, el sentido real de cada uno de nuestros esfuerzos cotidianos.
Nada hacía pensar que El primer trago de cerveza, un libro considerado en principio «minoritario», destinado a críticos exigentes y a un público selecto, que salió a la calle humildemente en la primavera de 1997, sin estudios de mercado ni publicidad, pudiera convertirse en todo un acontecimiento literario en Francia a las pocas semanas de ser publicado y que permanecería por más de un año entre los tres primeros libros más vendidos. De la noche a la mañana, toda Francia pasó a disfrutar de los pequeños placeres y a compartir con Philippe Delerm su especial concepción de la vida. El primer trago de cerveza es la narración breve, exquisita, de esas situaciones, comunes a todos, que, en los tiempos ajetreados en que vivimos, se deslizan sin que les prestemos atención y que, en cambio, encierran el germen del buen vivir. A Philippe Delerm, al parecer, no se le escapa una sola oportunidad de aprovechar esos momentos, y al hacerlo, incita al lector a reconocer en sí mismo cuáles son sus propios instantes de gozo. Si, por ejemplo, en una luminosa y fría mañana de invierno, a alguien le llena de placer salir a comprar croissants recién hechos, es muy probable que otros descubran que, en cambio, con lo que más disfrutan es con «el indecente placer de saborear un banana-split». ¡Tantos instantes, tantas pequeñas historias, tantos minúsculos placeres, al alcance de todos y que, sin embargo, nos parecen tan ajenos!
101 pp. Enc. editoral con sobrecubiertas. Nuevo. 21x13. Muchnik editores. Barcelona, 2000.
La pesca, las excursiones en bicicleta por el valle del Garonne, la tranquila vida en el campo, todo se ve trastocado por la llegada de Marina, tímida y misteriosa, hija de un célebre pintor parisino.